En lo bueno y en lo malo
No sé por qué en estos últimos días tengo cierta sensación de regresión hacía el pasado. En Asturias, dos semanas atrás, el Real Sporting de Gijón subía a la primera división de la Liga Española de Fútbol tras diez largos años en las filas de la segunda división, y, en el Estado español, la selección de Aragonés se alzaba ayer con la victoria en la Eurocopa después de cuarenta y cuatro años.
Mientras que en Asturias - una de las comunidades autónomas con mayor porcentaje de paro y de emigración del país - el señor Areces galopaba, hace apenas cuatro días, hacía las más altas estancias del Ministerio de Industria en busca de la agilización de los trámites para las nuevas infraestructuras energéticas asturianas que, únicamente, servirán para convertir a esta comunidad en el estercolero del país, y cuyos efectos colaterales afectan directamente a nuestros valles de La Tercia y Arbas, en el estado español se sufre una de las crisis económicas más agudas de los últimos tiempos, dejémoslo en un ligero descenso económico... Y es que, estaba claro, la economía de un país no se puede sustentar únicamente en el ladrillo.
¿Y cómo estaban las plazas? Así, así estaban las plazas: ¡ABARROTÁS!! Ni un alfiler cogía en la Plaza del Ayuntamiento de Gijón, ni uno tampoco en la Plaza de Colón de Madrid. El orgullo gijonés y asturiano en lo más alto, el orgullo nacional ... ¡por fin existe el orgullo nacional!, ¡¡¡SEMOS ESPAÑOLES AL FIN!!!. Sendos orgullos hinchados ¡qué importa la crisis!!, ¡qué importa el Plan Energético Nacional!!.
Celebremos las victorias y los triunfos, disfrutemos de fiestas y de celebraciones, pero como dicen los curas en las bodas: en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo ...
Quedarnos solamente con "lo bueno" nos hace víctimas más que de euforias y optimismos, de enajenaciones transitorias, de evasiones temporales..., de fracasasos anunciados al fin.